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Santificación de los hijos

¿Cuál es el significado de la santificación de los hijos en 1ª Corintios 7:14?

1ª Corintios 7:12-14, tiene que ver con matrimonios dentro de los cuales sólo uno de los cónyuges es creyente.

Esto no significa que Pablo favorecía el matrimonio de un creyente con un incrédulo (cf. 6:14—7:1). Este texto (v. 12), aparentemente aborda el caso de una persona que se convierte al Evangelio, estando éste ya casado. Se da por sentado que el cónyuge no comparte la fe de Cristo y se oponga. Si a pesar de esta oposición el creyente quiere preservar su matrimonio, entonces el cristiano no debe buscar un divorcio o separación. Pablo, siguiendo las conocidas enseñanzas de Jesús respecto al divorcio, busca la forma de enseñar la permanencia del matrimonio. Lo divinamente establecido es que ambos cónyuges fueran creyentes, pero no siempre se vive con lo divinamente establecido. Si el incrédulo (infiel a la fe) está anuente a permanecer en el matrimonio, el creyente no debe buscar disolver la unión matrimonial. Los mismos principios para rescatar el matrimonio, aunque sea entre una creyente y su esposo incrédulo, se aplican de la misma forma, no es solo para el varón (v. 13).

La idea del verso 14, con lo de la santidad, es que el cónyuge cristiano influye para el bien, de tal manera en el matrimonio que no conviene que éste se deshaga en el divorcio, porque el inconverso es “santificado” o apartado. El inconverso comienza a vivir dentro de un ambiente donde Cristo es el Señor, y puede aprender la verdad del Evangelio por el testimonio (1ª Pedro 3:1); no significa que es salvo. Lo que hay que aclarar bien es que Pablo no enseña en estos textos que el cónyuge incrédulo necesariamente se va a salvar por la influencia del creyente.

Igualmente, al decir que los hijos sean “santos”, indica que éstos viven en un ambiente de santidad (debido al padre o la madre creyente) que a la postre va a ser beneficioso para ellos. Ahora, según el v. 16, la salvación del cónyuge incrédulo es “posible” por la influencia del creyente, pero en esta sección es obvio que Pablo ocupa el verbo “santificar” y “salvar” en formas distintas; es decir, no son sinónimos. Lo mismo puede decirse de los niños dentro del hogar mixto: “santidad” se refiere a su bienestar, no a su salvación.

Este pasaje está vinculado con lo que dice Exodo 20 sobre la “visitación del Señor” para el bien o para el mal de los hijos.

Cuando en un hogar mixto el creyente lleva a sus hijos a la iglesia y los relaciona con los creyentes, aunque no sean salvos, son “santificados” por la influencia del creyente en el hogar, y el contacto con el Cuerpo de Cristo.

Recordemos que “santo” no es que alguien es salvo, sino quien es apartado con un propósito. Cuando somos salvados, Dios nos “santifica” para su gloria. Por eso habla de santificar el Templo, recintos, objetos o personas. “Santificar” es simplemente “apartar” con un propósito. Los hijos y el marido son “apartados” por la acción santificante e influyente del creyente. Así, el inconverso aprende a hablar como el creyente, e incluso muchas actitudes y formas comienzan a variar en la vida del impío, por la influencia positiva del creyente. Pero aún así cada persona es responsable, individual y moralmente, de creer en Jesucristo como su Salvador personal.

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