El juzgar a los demás
¿Puede un creyente juzgar a otras personas?
En relación al juzgar a los demás, la Escritura es bastante clara. No obstante, para efectos de comprensión, es importante sistematizar el concepto de “juzgar” según el contexto y propósito de cada uno.
A)Etimología de la palabra “juzgar”
La palabra juzgar viene del latín iudicare (dictar un veredicto), derivada de ius (derecho o ley) y dicare (indicar). Una definición sería “emitir o indicar un principios de la ley”.
Judicialmente, se usa en el sentido de “Decidir la autoridad competente sobre la culpa o mérito de alguno, en especial en una causa legal”. También se usa popularmente como “hacerse una opinión sobre algún asunto” o “emitir un criterio en firme acerca de una opinión”.
Bíblicamente, casi siempre tiene el sentido de “estimar algo conforme a los escrito en la Ley de Moisés”.
B)Jesús y el juicio
Jesús nos advierte de “juzgar” a otros en Mateo 7. En este pasaje, el verbo “juzgar”, es el término griego “κρίνω” [kríno], que significa “juzgar, determinar, separar una opinión, aprobar, estimar, distinguir, elegir”, y es el contexto el que determina su aplicación.
Es común que las personas vean aquí que sea malo cualquier tipo de opinión negativa de algo o alguien, y se asume que nadie puede “juzgar a otro” en nada; y es mejor permanecer callado. Pero en este pasaje en específico, el juzgar está sujeto a “la paja” del ojo del juzgado y a la “viga del ojo” del juzgador. No tenemos en el texto a un juez o a una autoridad competente de la ley, sino a individuos en particular ante un caso que amerita ser juzgado. Lo que Jesús nos enseña en este pasaje, es que no es posible ni moral juzgar a alguien cuando hacemos lo mismo o hacemos algo más grave. Si somos igualmente culpables, el juzgar a otros sería hipocresía (v. 5). Pablo lo dice de esta manera: “¿Y piensas esto, oh hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas, y haces las mismas, que tú escaparás del juicio de Dios?” (Rom. 2:3). Es en este sentido donde el Señor Jesús nos advierte de no juzgar a otros. Es claro el Señor en advertir que si juzgamos de manera injusta a una persona, debemos tener en mente que también a nosotros nos juzgarán igual (Mat. 7:2; Mrc. 4:24). En este sentido, no es correcto juzgar a nadie, pues, somos igualmente culpables: es un reo condenando a otro reo. Por eso, nos llama a no juzgar (Lc. 6:37).
Pero en otra ocasión, el Señor nos manda a juzgar “con justo juicio”, específicamente en aquello que es claro y evidente en las Escrituras, como la doctrina (Juan 7:1-24). Si una persona se extravía de la doctrina, debe ser “juzgada” de manera que la Escritura sea el juez (Jn. 5:30). En el sentido Escritural, el creyente debe aprender a juzgar adecuadamente. Por eso, siguiendo este parámetro de Cristo, Pablo emitió juicio contra los falsos hermanos (2ª Tim. 4:14; 2ª Tim. 2:17-18). Indicar que una persona es un falso profeta, o señalar a una congregación con prácticas antibíblicas, no es pecado, es el deber del creyente ante la falsedad, pues se nos indica que “no os comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas; sino antes bien corregidlas” (Ef. 5:11).
El creyente tiene la obligación de denunciar la falsa doctrina y señalar lo que está mal. Quedarse en silencio ante la falsa doctrina es participar del error.
C)Pablo y el juzgar
En relación al Apóstol Pablo, él menciona muchas veces la palabra “juicio” y sus derivados en sus cartas. Y al igual que con el caso de Jesús, debemos interpretar cada ocasión de acuerdo a su contexto.
En Romanos, Pablo usa el término “juicio” en relación a la Ley y a la obra de Cristo en la cruz. Y en este sentido, el texto de Romanos tiene un sentido fuerte en relación a la aplicación de la justicia de Dios. Muchos cristianos estaban juzgando a otros en el sentido de “emitir opiniones contra otros”, y Pablo advierte claramente que es una acción que los romanos deben dejar de practicar (Rom. 14:13). Los juicios emitidos para dañar a otras personas es un acto de la carne; el verdadero juicio siempre se apega a la Escritura y tiene el propósito de edificar.
Se reconoce el buen juicio cuando se ejerce en relación a la doctrina bíblica verdadera, y no a “cuestiones” (1ª Tim. 6:4). Como vimos anteriormente, el único juicio aceptable es aquel que tiene que ver con la doctrina bíblica y su práctica en la vida de la iglesia.
En 1ª Corintios, Pablo menciona que las personas que viven en pecado, deben ser expulsadas de la iglesia si no se arrepienten y cambia su vida (1ª Cor. 5). Eso es exactamente emitir “juicio” disciplinario dentro de la iglesia como cuerpo; obviamente este tipo de juicio no es individual, sino de la congregación en conjunto. Además, Pablo emitía juicio justo contra las personas dañinas y que producían daños a la iglesia (2ª Tim. 4:14; 2ª Tim. 2:17-18), y llama a reprender toda acción incorrecta de maldad (Ef. 5:11).
Ahora bien, algunos corintios llevaban a sus hermanos a juicio delante de los impíos, y esto era preocupante. Por eso, Pablo advierte en 1ª Corintios 6 que los creyentes no deben llevar a juicio legal a otro creyente. Aquí no habla de “emitir juicio” de palabras contra pecadores o impíos, sino de ir directamente a un litigio legal ante un juez impío. Cuando un cristiano lleva a otro hermano de su congregación local a juicio, se demuestra una grave inmadurez espiritual, pues, se defrauda al hermano con esa acción (6:8). Todo este capítulo se dedica a mostrar que entre cristianos no deberían haber denuncias legales ante un juez de este mundo, y que es mejor sufrir el “agravio” antes de ir a juicio ante los hombres (6:4-8). Sin embargo, Pablo emite juicio en el pasaje contra los que no heredarán el reino de Dios, y lo hace con la fuerza de la palabra de Dios (6:9-11).
Obsérvese que Pablo nos llama a juzgar sensatamente en relación a la Cena del Señor en 1ª Corintios 10:14-17, y de hecho que lo hacemos. Todos los que se apegan a la Biblia están de acuerdo en que la Cena del Señor es para bautizados y en comunión con la iglesia, cuyas vidas están en orden y santidad. No permitirían participar de ella a nadie que practique la inmoralidad o que sea borracho.
Debemos juzgar todo con la Palabra de Dios, aprobar y exaltar lo bueno, pero denunciar y reprender lo malo. No fuimos puestos para ser solo testigos pasivos, sino que debemos ser activos en la declaración de las cosas que son incorrectas a la luz de la Biblia.