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¿Perderse por suicidio?

¿Se pierde un creyente que se suicida?

La pregunta quizá, esté mal planteada. Teniendo el cuidado de no atacar la susceptibilidad de nadie, la pregunta correcta sería: “¿Puede un creyente verdadero suicidarse?”. Si logramos responder esta pregunta, habremos respondido casi el dilema completo.

La pregunta formulada busca entender si la Biblia indica si que un verdadero salvo no puede suicidarse, o si enseña que sí puede quitarse la vida. Esto es importante responderlo, porque si la Biblia enseña que un verdadero creyente puede suicidarse, no podría perderse, porque la Escritura enseña que la salvación es eterna. En caso contrario, si la Biblia enseña que no puede un creyente verdadero suicidarse, entonces el hecho de suicidarse es porque no era salvo y punto, es decir, suicidado o sin suicidar, de todos modos no se salvaría al morir.

Afirmar que un salvo, suicidado o sin suicidar no se pierde, no es incorrecto, pero no es preciso, porque no deja claro el concepto del suicidio en el contexto de la Escritura. El caso real no es si un creyente se puede perder al suicidarse, sino responder si un creyente puede “planear el suicidio” voluntario. La palabra “Suicidio”, se cataloga en algunos países, como “cualquier acto que haga una persona acabando con su vida”, lo que incluiría la exposición voluntaria a los trabajos de alto riesgo, al descuido personal de una enfermedad, a la eutanasia asistida, etc. Cualquier acto del individuo en quitarse la vida, es “suicidio”.

Las posiciones teológicas son muchas y variadas en este tema:

  1. Los calvinistas afirman que la salvación es en fundamento de la elección, por lo que un salvo será salvo sin importar su estilo de vida.
  2. Los arminianos afirman que la salvación es en fundamento de la obediencia, por lo que un salvo puede perderse por cualquier pecado cometido.
  3. Los evangélicos pueden afirmar que un verdadero creyente no se puede suicidar, y si alguien se suicida, es porque no era salvo.
  4. Otros evangélicos dicen que una persona que se suicida pierde la salvación, y casi afirman que es el único pecado que puede hacer perder el alma de un salvo.

Pero lo importante no es lo que creemos, sino lo que Dios dice. Creo que la posición calvinista, de que una persona suicidada no se pierde, en fundamento de la elección pasada e involuntaria del individuo, es una posición mal planteada desde todo punto de vista teológico y filosófico. Y afirmar que todo pecado “grave” puede hacer perder la salvación de alguien, es igualmente erróneo en relación a la eficacia del sacrificio de Jesucristo.

Creo que la cuestión en este caso, desde un punto imparcial, es determinar si el suicidio de un creyente se menciona en la Biblia o no. entonces, debemos determinar si el suicidio es un pecado más serio que el infidelidad o la idolatría, porque muchos cristianos mueren siendo infieles o teniendo “ídolos” (como el dinero) en su vida.

A)¿Podría el suicidio ser un pecado perdonable o podría no serlo?

Los calvinistas están equivocados al igual que los arminianos en sus concepciones de la salvación. El tema se centra en la realidad de la teología que se profesa, y no de las palabras de Dios. También es cierto que la confusión de doctrinas hace que muchas personas cristianas no logren entender la enseñanza de la Escritura, y entonces, siguen sus razonamientos más lógicos y obvios, los cuales siempre se desprenden de la teología enseñada.

Desde el punto de vista práctico, si un suicida fue verdaderamente salvo, “y se suicidó”, no podría perderse, porque la salvación es eterna; pero el detalle es si una persona realmente salva tendría nociones o intenciones de suicidarse. Hay varios elementos a considerar con los salvos, porque una persona realmente salva tiene la presencia del Espíritu Santo, y esa presencia jamás se inclinaría por el suicidio, como tampoco tiene tendencia por la infidelidad u otros pecados. No obstante, los otros pecados son practicados y puestos en práctica por la rebeldía del creyente, lo cual dejaría en el mismo punto el caso del suicidio.

El “suicidio” de un creyente verdadero, no puede ser planeado ni premeditado por un creyente lleno del Espíritu Santo, porque un creyente guiado por el Espíritu del Señor, no se quitaría la vida. No obstante, algunos actos de quitarse la vida no son negativos, y es donde entendemos algunos actos de personas salvas que permitieron o dejaron ser muertos.

Si un creyente se quita la vida, solamente sería por error o por beneficio de otra persona, es decir, por descuido en algunas tareas de riesgo mortal o porque se entregó en causa de salvar a otro de un peligro inminente. Existe la posibilidad de un suicidio por problema de salud mental, pero en ese caso sería una acción no voluntaria, sino por haber perdido la voluntad y el conocimiento.

B)¿Qué dice la Escritura al respecto?

El suicidio es el acto humano que elimina la vida propia de forma deliberada y voluntaria. El “Comportamiento” suicida es cualquier acto que motive, haga pensar o procure realizar el suicidio. El término “suicidio” es tomado del latín, una palabra compuesta de “sui” (de sí o por sí) y “cidium” (cortar / matar). La palabra “suicida” ocurre por primera vez en español hasta 1654, siendo poco usada antes de esa fecha.

La palabra “suicidio” no existía cuando se escribió la Biblia, pero la Biblia sí menciona personas que se “se quitaron la vida”. Por eso, no aparece la palabra en ninguna parte en nuestras Biblias.

La Ley de Moisés no legisla en relación al suicidio en ninguna parte, porque la razón básica es que se incluye en la ley del “homicidio”, el de matar a un hombre. Sea a uno mismo o a otro, matar es matar. Además, no se puede legislar para los muertos. No es posible que la Ley de Moisés hable del suicidio, porque ninguna ley puede aplicarse a un muerto. El muerto ya recibió su sentencia por esta vida, sea buena o mala. La Ley de Moisés legisla para los vivos, no puede legislar para los muertos. Del mismo modo hace nuestra ley humana, la cual en el fondo es más una ley para quienes deben ayudar a los que tienen inclinaciones suicidas, porque no es lógica para muertos.

La Biblia da 7 ejemplos de personas que se suicidaron o tuvieron la intención de hacerlo. Estos personajes son los siguientes:

  1. El primero en ser mencionado es Abimelec en Jueces 9:53-54. Cuando Abimelec estaba intentando quemar la puerta de una torre, durante el transcurso de una sublevación cananea, cierta mujer le arrojó un pedazo de rueda de molino y le rompió el cráneo. La deshonra que esto suponía para él le hizo pedir a su propio escudero que lo atravesara con la espada.
  2. Algo parecido ocurrió con Saúl y su escudero (1 S. 31:3-5), aunque su suicidio fue por el miedo a ser torturado por sus enemigos, y el miedo le condujo a quitarse la vida.
  3. Sansón, no sólo se vengó de tres mil filisteos derrumbando la casa donde se reunían sino que él mismo pereció también en aquella hazaña (Jueces 16:27-30).
  4. También Ahitofel se ahorcó cuando comprobó que Absalón no había seguido su consejo (2 S. 17:23).
  5. Zimri, el comandante del rey Asa, después de cerciorarse de que sus intrigas habían salido mal, se encerró en el palacio real, le pegó fuego y murió quemado (1 R. 16:18).
  6. En el Nuevo Testamento se relata el suicidio de Judas Iscariote después de traicionar al Señor Jesús (Mt. 27:5).
  7. El carcelero creyó que los presos habían escapado e intentó suicidarse, pero Pablo lo convenció de que no lo hiciera (Hechos 16:25-40).

En los tiempos bíblicos, la sociedad sin Dios tenía por “valeroso” quitarse la vida para defender la familia, o por su propia dignidad. La acción de Pablo con el carcelero demostró, sin embargo, que hay solución en Jesucristo, incluso en el momento de querer quitarse la vida.

Como hemos visto, la Biblia menciona a varias personas que se quitaron la vida de forma intencional y premeditada. Analizar sus vidas nos pueden dar una luz de lo que Dios dice realmente al respecto del suicidio.

Los casos que figuran en la Biblia son simples realidades históricas de hechos puntuales que, desgraciadamente, ocurrieron en al vida del pueblo de Dios, pero que de ningún modo, son moral o espiritualmente aprobados por Dios en su Palabra. Para el hombre bíblico, el suicidio, como todo pecado, es una clara violación de la Ley de Dios. El suicidio contradice el quinto mandamiento del Decálogo, porque sólo Dios tiene poder y es soberano sobre la vida humana.

Ahora bien, si la muerte provocada a otra persona estaba condenada por la ley de Dios, ¡cuánto más reprobable sería matarse uno mismo! Ninguno de estos acontecimientos bíblicos constituyen la norma, ni tampoco suponen una aprobación de la conducta suicida, sino que por el contrario, el pueblo judío despreciaba a quienes se quitaban deliberadamente la vida.

El ejemplo de Job es suficientemente revelador al respecto. Cuando está atravesando los peores momentos de su vida es capaz de gritar: “¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre? Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría” (Job 3:11,13). Sin embargo, a pesar de sus calamidades y sufrimientos, deseoso de no haber nacido, jamás contempla el suicidio como una opción éticamente aceptable. Se sostiene firme hasta el final de sus días. Pablo sufrió el sufrimiento y llegó hasta el final de sus días, sin intentar suicidarse. Después del caso de Judas Iscariote, que claramente se declara no salvo, no hay evidencia alguna de que un salvo se quitara la vida a sí mismo.

El apóstol Pablo en su carta a los Romanos dice: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Ro. 14:7-8). Nuestra vida y nuestra muerte no sólo afecta al Dios Creador y a nosotros mismos, sino también a las demás personas con quienes convivimos. No habitamos dentro de una burbuja aislada, somos parte de un entorno humano unido. Nadie vive sólo para sí, de ahí que el hecho de quitarse la vida tenga también repercusiones negativas sobre los demás. Veamos algunos puntos sobre esto:

  1. En primer lugar, la mayor parte de estos suicidios mencionados en la Biblia, ocurrieron durante una guerra, y el quitarse la vida era resultado del temor o la venganza.
  2. En segundo lugar, los otros casos son más personales y reflejan, además del temor, una baja estima propia. En cada incidente, el individuo se encontraba en un estado mental altamente emotivo. Debemos recordar que en el AT los salvos no tenían la presencia permanente del Espíritu Santo, y los creyentes no tenían Su auxilio como nosotros hoy.
  3. En tercer lugar, la Biblia menciona los suicidios sin emitir juicio sobre la moralidad de la acción. Esto no significa que el suicidio sea moralmente correcto o sea amoral; el autor bíblico está simplemente narrando lo ocurrido, no emitiendo un juicio al respecto, porque la Ley era clara en todos los pecados.

El impacto moral del suicidio puede evaluarse mediante una comprensión bíblica de la vida humana: Dios la creó, y no somos dueños de ella como para usarla y descartarla como nos plazca.

El sexto mandamiento (“No matarás”, de Éxodo 20:13) también tiene algo que decir sobre el tema. Por lo tanto, un cristiano no debe considerar el suicidio como solución moralmente válida al dilema de vivir en un mundo donde se experimenta dolor físico y emocional.

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