El Tribunal de Cristo
¿Qué es el Tribunal de Cristo?
Relacionado a la pregunta anterior, tenemos el tema del Tribunal de Cristo. Este se menciona solamente en dos pasajes: 2ª Corintios 5:10 y Romanos 14:10. En ambos pasajes, tiene que ver con nuestra obediencia a Dios con relación a otras personas. Creemos que este tribunal es descrito en 1ª Corintios 3:9-15, que tratamos en la pregunta anterior.
El tribunal de Cristo es diferente al Gran Trono Blanco, que se menciona en Apocalipsis. El término griego para “tribunal de Cristo” es “βηματι του χριστου”, donde “bimá” se refiere a un estrado donde los competidores son recompensados o excluidos de las recompensas. Es decir, “tribunal de Cristo” no es un término judicial, sino un término empleado para la tarima de premiación de los competidores.
En este tribunal no se discute si hay o no salvación; todos los que llegan son, de hecho, salvados. El tribunal tiene que ver con la prominencia, dignidad, autoridad, honor y recompensa que recibirán o no recibirán los creyentes al llegar delante del Señor.
De acuerdo con este sentido del término “tribunal”, la Escritura afirma que este acto se realizará inmediatamente después del Rapto de los Santos:
- Jesús afirma que las recompensas son dadas en la resurrección (Lucas 14:14.
- Pablo dice que el rapto sucede precisamente después de la resurrección de los santos, en 1ª Tesalonicenses 4:13-17.
- Según Apocalipsis 19:3, cuando Jesús venga a establecer su Reino Milenario, la iglesia ya viene recompensada, porque viene vestida de las “acciones justas de los santos”.
- La Biblia afirma que las recompensas de los santos de la iglesia están estrechamente relacionadas con “aquel día”, una referencia a su venida, por lo que la iglesia edificada será recompensada después del Rapto, pero antes de la Manifestación de Jesucristo (1ª Corintios 4:5; 2ª Timoteo 4:8; Apocalipsis 22:12).
Debido a que el Tribunal de Cristo sucede en el cielo, quien será el juez de este tribunal será Cristo mismo, nuestro Salvador. La traducción de Romanos 14:10 que menciona la crítica textual, “tribunal de Dios”, es impreciso, porque evidentemente el Señor Jesús será el que ejercerá el juicio en este caso, como el Señor resucitado, y no como la esencia divina. El Jesús resucitado es el que juzgará y recompensará a los santos:
“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Juan 5:21-23)
Los que serán “juzgados” en este tribunal, obviamente serán los hijos de Dios de esta dispensación de gracia, como explica Pablo en 1ª Corintios 5:1-19. No habrán impíos en este tribunal, sino solamente las personas que fueron salvas por la fe en Cristo. No es de más indicar que tampoco estarán los santos del AT o de otras dispensaciones.
Este “juicio” no es de carácter judicial penal, sino de carácter judicial moral, porque se refiere exclusivamente a las recompensas. Los pecados de los creyentes en Cristo han sido olvidados para siempre, en el sentido de que no serán jamás recordados para ningún tipo de sentencia judicial (Hebreos 10:17).
Dentro del tribunal cada creyente “comparecerá”, de manera abierta y visible, ante Jesús. Sus obras, buenas o malas, son las acciones de obediencia que hacen nulo o eficaz la recompensa. El término “malo” no es el mismo término griego que se emplea para la maldad moral y espiritual de un individuo, sino que se refiere a la “maldad” como inutilidad, ineficacia, un acto que realmente no dio ningún tipo de fruto que exija una recompensa. Por eso, en este tribunal, la pérdida puede ser enorme, porque una inutilidad absoluta haría del creyente una persona avergonzada. La Escritura dice que muchos se avergonzaría delante de otros por pretender tener algo que realmente no ganaron (Lucas 14:9). Entonces, el juicio no es para determinar lo que es éticamente bueno o malo, sino más bien aquello que es aceptable y aquello que es inútil. No es el propósito del Señor aquí castigar a su hijo por sus pecados, sino recompensar su servicio por aquellas cosas hechas en el nombre del Señor.
Pero muchos creyentes no recibirán recompensas, y tendrán pérdida (1ª Corintios 3:15). En el contexto de Corintios, esta pérdida está relacionada a la edificación en la iglesia local, lo que significaría que la pérdida es no tener parte en el edificio construido. Algunos piensan que Pablo habla de la santidad, pero el texto es claro con la edificación dentro de una iglesia local. Pablo usa la figura de la labranza y la del edificio, para referirse a la iglesia. Luego, cada creyente es un “constructor”; y su construcción será probada por el fuego de juicio cuando Jesús venga, quizá una referencia al tribunal de Cristo. Por eso, una persona que tiene una pérdida absoluta, pierde su parte en el edificio, pero no su salvación. La idea, que me parece más acertada, es que un creyente que pierde todo, no será parte de la Novia, sino un invitado más. Debido a que es el carácter del individuo lo que es probado, su indiferencia a la obra de Dios por la iglesia le dejará pérdidas irrecuperables.
El temor de ser eliminado de recibir la recompensa de ser vestido con las obras justas, es patente en Pablo mismo en 1ª Corintios 9:27, donde la palabra “eliminado” significa “no servir para nada”, una completa inutilidad. Esa inutilidad le hará perder algo que es muy valioso para los salvos en la era de la gracia.
Todos los salvos llegarán con recompensas, que son variadas y no se pueden perder, tal como las coronas: la incorruptible, la de gozo, la de vida, la de justicia y la de gloria (1ª Corintios 9:25; 1ª Tesalonicenses 2:10, Santiago 1:12; 2ª Timoteo 4:8; 1ª Pedro 5:4). Estas coronas pertenecen a todos los salvados según su expresión en relación a cada elemento ofrecido. El ser parte de la Novia del Cordero tiene una referencia más marcada, al parecer, con la labor y servicio dentro de la iglesia local.
Ahora bien, si creemos que los 24 ancianos mencionados en Apocalipsis son la evidencia de las iglesias reunidas en el cielo, podemos ver que todas las coronas serán puestas a los pies del Salvador. Ninguna corona es para la gloria del poseedor, sino para la gloria del Dador.
Podemos, pues, deducir, que no todos los salvados en la gracia podrán disfrutar de ser parte de la Novia, pero todos podrán disfrutar de la eternidad reinando con Cristo, como los invitados a las bodas.