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¿Irán los animales al cielo?

Quienes queremos a los animales, formamos un vínculo con ellos, especialmente con aquellos que pueden demostrar su simpatía hacia nosotros. Muchos niños preguntan a sus padres si su mascota irá al cielo. La pregunta es tan compleja, que algunos dicen al pequeño que sí, aunque internamente tiene dudas al respecto. ¿Enseña la Biblia que los animales van al cielo, o enseña que dejan de existir de forma permanente?

A)La naturaleza de los animales

A diferencia de las plantas, los animales fueron creados de manera diferente, algo similar a los seres humanos. En tanto que los peces y animales acuáticos, junto con las aves, fueron creadas a partir de los elementos del agua (Gén. 1:20-22), y por ello, comparten una similitud en sus genes, los animales terrestres fueron creados a partir de la tierra, igual al hombre (Gén. 1:24-30). El diseño de todos los seres vivos refleja a un solo Creador, y por ello, el medio de la vida es similar en todos los que fueron creados. La vista, por ejemplo, requiere de medios oculares para transmitirla al cerebro, y todo ser vivo terrestre respira el mismo oxígeno y las mismas partículas. Las aves soportan la escasez del oxígeno al volar tan alto, en tanto los peces pueden respirar a partir de las branquias.

Pero debido a que todos provenimos del mismo Creador, en ocasiones las similitudes creacionales nos confunden.

B)¿Es un animal sin sentimientos?

Ciertamente que no. El mismo término “animal” nos deja en claro varios elementos propios de los animales. Aunque no tienen en sí un compromiso moral y una definición de maldad, los animales son en sí mismos seres capaces de percibir y definir emociones. El término “animal” viene del latín “ánima”, de donde tenemos “alma”. A diferencia de lo popularmente dicho, que los animales no tienen alma, la Escritura misma les da el nombre de “ánimas” o “almas vivientes”.

El término hebreo “nephesh”, significa “alma” y es aplicado tanto al ser humano como a los animales, tanto marinos como terrestres. La RV60 traduce “ser” en lugar de ánima, como hace la RV09. El objeto, en sí, describe a una persona capaz de reaccionar y pensar por sí mismo, tomar decisiones, enojarse, temer, querer, apreciar, despreciar, etc.

La cualidad de los animales caseros de apegarse a una persona, son resultados de una relación que produce un vínculo, y este se manifiesta precisamente por el alma. A diferencia del amor, el apego y aprecio anímico puede ser olvidado, ignorado o traicionado, en tanto que el amor es una expresión indeleble del espíritu.

El ser humano está entre dos tipos de seres: los ángeles, que son absolutamente espíritu, y los animales, que son alma; como humanos tenemos alma y espíritu, lo que nos hace una especie creada muy específica y compleja. En tanto que los ángeles malignos usan con maldad a los animales (Mat. 8:31-32), los seres humanos pueden cuidarlos y amarlos (Prv. 12:10).

Los animales tienen cualidades anímicas similares a las nuestras, pero su orden de creación es inferior, y nunca han estado sujetos a la obediencia de una ley, más que la de reproducción. No tienen moral, ni tampoco comprenden entre lo bueno y lo malo; sus acciones son simplemente reacciones propias de su naturaleza y su condición.

C)¿Tienen derechos los animales?

El “derecho” es una cualidad de los seres sujetos a una ley moral. Los animales no están sujetos, y por tanto, no necesitan de derechos. Lo que un animal necesita es dejarlo ser un animal, ya que su condición es precisamente esa.

Pero un punto que el creyente debe tener en cuenta, es que el desprecio o maltrato a los animales es una acción de crueldad impía (Prv. 12:10), y se supone que un creyente salvo no es impío ni actúa como tal, y por ello, debe ser cuidadoso de los animales. El mismo Dios afirma que Él conserva al animal de la misma manera que a los hombres (Sal. 36:6), lo que nos revela que las demás criaturas le son importantes, y no solo el ser humano. Desde el hombre, corona de la creación, hasta el animal salvaje, Dios cuida a todas sus criaturas (cf. Sal. 145:9). Debemos notar como en el Salmo 104, Dios cuida de los animales. Además, Dios castigará a cualquiera que destruya su creación (Apc. 11:18).

Dios permite el comer la carne de los animales desde el final del Diluvio, y permite que se use de animales “limpios” o no carroñeros, para ello. Las leyes dietéticas del Levítico 11 son solo las instrucciones de cuáles animales comer para no sufrir de complicaciones de salud. Pero a pesar de dar esa autorización, el Señor es muy claro en que la sangre no se debe comer, y que la cantidad debe ser “según el comer de cada hombre” (Éx. 12:4), una frase que nos habla de las porciones. Comer más allá de lo que debemos, es dañino para la salud.

Así, no podemos decir que los animales tengan derechos, sino que los seres humanos tenemos responsabilidades hacia los animales, y debemos tratarlos y cuidarlos de la manera que Dios refleja en su palabra.

La personalidad de los animales

El caso del asna de Balaam es un suceso realmente desconcertante. Cuando leemos la historia, el asna demuestra inteligencia, limitada, pero real (Núm. 22:22-35).

  1. El asna sí pudo ver el ángel, en tanto que Balaam y sus compañeros no pudieron. Aunque es difícil afirmarlo de manera general, parece que los animales pueden ver los ángeles y al Señor.
  2. El asna se aparta cada vez que ve al ángel por temor. La Escritura afirma que el asna se apartó porque “vio al ángel de Jehová con su espada desnuda”. Esto refleja un cierto grado de comprensión por parte del animal.
  3. La expresión final del asna, fue echarse (v. 27). Esto refleja miedo extremo; e india que los animales tienen miedo. Muchos de nosotros hemos visto a nuestros animales tristes, alegres, asustados… son emociones del alma.

Pero aparte de estas expresiones generales del asna, la Escritura dice que “Jehová le abrió la boca”. El asna, un ser sin cuerdas vocales para el habla, pudo emitir una voz que le dejó claro a Balaam lo que sentía el animal de carga. El verbo “abrir” significa “dejar fluir”, como si Dios le permitiera al animal expresar lo que sentía en ese momento. Los animales no tienen el sistema de comunicación nuestro, pero al parecer, si perciben y se preguntan por qué les hacemos daño.

La conversación, sea del animal o sea una forma divina para hacernos reflexionar sobre el valor de los animales, refleja una verdad cierta: Los animales nos bendicen de alguna manera, y nos sirven sin reclamos. Somos nosotros, en nuestra maldad, los que los odiamos y queremos dañarnos, a pesar de que ellos solo hacen lo que les es propio como animales.

El Apóstol Pedro se refiere a este evento de Balaam en 2ª Pedro 2:16, donde dice que la mula hablo realmente, y no fue una visión, y lo hizo con una “voz de hombre”. Y lo maravilloso no era que la mula hablara, sino la locura de Balaam, quien no pudo entender que le hablaba una mula.

No obstante lo maravilloso de estas verdades, la Escritura no dice si los animales terminan su existencia al morir, o si sus alma siguen con vida de alguna manera. Desde la perspectiva humana de Salomón, se dice que los “espíritus” de los animales vuelven a Dios.

D)¿Van los animales al cielo?

La Escritura nunca dice claramente que sucederá con los animales en sí cuando mueren. No tenemos nada que nos diga qué pasa cuando un animal muere. Desde la perspectiva humana, parece que todos los seres vivos de este planeta, incluyendo humanos y animales, van a desaparecer y dejar de existir (Ecl. 3:18-21). Pero sabemos que el ser humano va al cielo, porque su ser es espiritual, y no meramente un ser vivo sin espíritu.

Lo más curioso es que la Escritura menciona animales en el cielo. Aunque algunos quieren ver solo figuras, si respetamos la norma de interpretación literal, los textos que hablan de animales en el cielo, no usan el símil ni la metáfora, sino que da por sentado que son reales en el cielo. Por ejemplo, la Escritura menciona a los caballos (2º Ry. 2:11; Ap. 19:11).

Asimismo, se afirma que los animales tendrán una participación activa y benéfica en el Milenio (Isaías 11:6-9). Pero no se mencionan a todos los animales, algunos ni siquiera son mencionados en las Escrituras. Los perros y los gatos son considerados “inmundos”, es decir, con un propósito carroñero, no que son malvados, sino que no son para alimento. Pero no se dice que no estén en el Milenio.

E)Conclusión General

La Biblia afirma que tanto el hombre (Génesis 2:7) como los animales (Génesis 1:30; 6:17; 7:15, 22) tienen el “aliento de vida”; es decir, tanto el hombre como los animales son seres vivos. La principal diferencia entre los seres humanos y los animales, es que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27) mientras que los animales y los ángeles no. Ser hechos a imagen y semejanza de Dios significa que los seres humanos son diseñados como personas, tal como Dios es una persona, y son susceptibles a la espiritualidad, con mente, sentimientos y voluntad, y son seres que continúan después de la muerte. Si las mascotas o animales tienen un “alma” o un aspecto incorpóreo, deberían por consiguiente ser de una “capacidad” diferente y menor. Esta diferencia probablemente signifique que las “almas” de los animales no continúan existiendo después de la muerte, pero no podríamos afirmarlo definitivamente.

Otro factor a considerar es que Dios creó a los animales como una parte de Su proceso creativo en el Génesis. Dios creó a los animales y vio que era bueno (Génesis 1:25). Por lo tanto, no hay razón por la cual no pueda haber animales en la nueva tierra (Apocalipsis 21:1). Definitivamente habrá animales durante el reino milenario (Isaías 11:6; 65:25) y en la Tierra Nueva. Es imposible decir definitivamente si algunos de estos animales podrían ser las mascotas que tuvimos mientras estuvimos aquí en la tierra, o si son otros seres creados de nuevo. Sabemos que Dios es justo y que cuando lleguemos al cielo nos encontraremos en completo acuerdo con Su decisión en este asunto, sea cual sea, ya fuera que estén en el cielo o que estén en la nueva tierra para siempre, o que no existan del todo.

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