¿Jesús era feo?
2.¿Jesús era feo?
“Y subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca: no hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos”. Isaías 53:2
No sabemos cómo era el aspecto del Señor; pero probablemente era trigueño, con pelo corto y dos guedejas en su peinado. Es probable que no fuera muy alto, y que fuera físicamente esbelto, con un cuerpo fuerte, por su trabajo de carpintero.
Algunas personas han declarado que Jesús, en su apariencia física, no era agradable a la vista, porque era “feo”. En Isaías 53:2 se dice que nuestro Señor “no tenía parecer”. Esto ha llevado a algunos a creer que el Señor era feo o tenía alguna cualidad que lo hacía sin atractivo físico. Sin embargo, sería aplicar a la Biblia el concepto de belleza y fealdad de nuestra era y sociedad. Para los judíos no existía ese concepto. De hecho, la Escritura ni siquiera se preocupa por mencionar el color de piel como un rasgo sobresaliente; para Dios el ser humano es su Creación y, por tanto, todos son humanos, sin importar el diseño que tengan.
Volviendo al texto de Isaías 53:2, es fácil entender este pasaje, porque sabemos que Él era como cualquiera otro judío de la época en cuanto a fisonomía, y por tanto, no era “feo” ni “lindo”, era normal, como somos todos. Debemos aclarar que en las Escrituras queda claro que la fealdad es un concepto humano producido por el pecado y no es parte del concepto de Dios. En la Escritura ningún ser humano es en sí mismo feo, aunque menciona que algunos son “más hermosos”, se refiere a ciertos rasgos distintivos, en especial el carácter reflejado en el rostro, y no a la apariencia. En Génesis 29:17, el texto dice que Lea era de “ojos tiernos”, pero Raquel era “de lindo semblante y hermoso parecer”. Una curiosidad es que algunos eruditos ven en la frase “ojos tiernos”, aquellos que son muy celestes o de poco carácter, y que no eran los ojos preferidos por los varones en la época, que buscaban ojos oscuros y con carácter. El contraste con Raquel va más allá de una apariencia física, pues, refleja que era atrayente el carácter más que la apariencia física de una persona. Nuestra cultura es atraída por las apariencias, pero los hijos de Dios son atraídos por las cualidades del carácter de las personas (1º Sam. 16:7).
En 1º Samuel 16:12, se describe a David como “rubio”. Muchos confunden rubio con un color amarillo claro, pero el texto no habla precisamente del cabello. Además, el término hebreo que se traduce “rubio”, literalmente significa “rojizo”, y al parecer, David era de pelo rojizo y piel colorada, no era precisamente “blanco”. Otro aspecto, es que la traducción de la RV60, donde dice “hermoso de ojos y de buen parecer” no es la correcta, sino que el texto dice “de hermoso parecer y de bello aspecto”. Esto resalta la cualidad de fuerza, de valor y de confianza que se demostraba en un jovencito tan pequeño, y no tiene el concepto moderno de “belleza”, porque aquí tampoco se resalta la “apariencia”, sino su carácter. Al parecer, el hecho de que dijera que era rubio, era un aspecto negativo (1º Sam. 17:42), quizá porque el “color” más aceptable de piel era el color más oscuro; por eso, se resalta el carácter de David, lo cual era ampliamente mejor que su “apariencia”, enfocándose en su carácter y devoción al Señor.
En 1º Reyes 1:6, se usa un término diferente para “hermoso”, donde sí se indica que la “hermosura” de Absalón era “física”, pero no era hermoso de carácter. Y es importante la descripción de la Escritura, pues, indica que la humanidad es tan vana, superficial y equivocada, que pone su mirada solo en lo que es externo, y no en lo que realmente es valioso.
Volviendo a Isaías 53:2, donde menciona el “parecer” de Jesús, sabemos que no se refiere a la apariencia física en sí mismo, sino más bien al resultado de una acción sobre su cuerpo. Observamos que el versículo dice: “le veremos sin atractivo para que le deseemos”. La frase “sin hermosura”, en hebreo tiene la idea de que no tiene “gloria”, es decir, era un momento en que el Señor no tendría la cualidad gloriosa reflejada, y por ende, se vería como cualquier ser humano. Esto se aclara con el término “atractivo”, que habla de la “vista”, de cómo vemos o consideramos a alguien. Todo esto se aclara en los versos 3-5, donde el Señor sufre bajo el golpe de sus enemigos, perdiendo su figura humana por los golpes en su cara, la sangre y la corona de espinas. Su rostro estaba hinchado y “desfigurado” por el maltrato recibido bajo los malvados romanos y judíos.
Así, este pasaje no se refiere a que Jesús fuera feo, sino a que su apariencia humana fue destrozada por los golpes, patadas y latigazos que sufrió; estaba literalmente destrozado de su piel y de su apariencia física.
Como conclusión, el racismo de la mal llamada “raza blanca”, que es simplemente un estereotipo equivocado, ha minimizado o rechazado a las otras personas por el color de su piel. Pero en las Escrituras el color no es relevante, si no el carácter y temperamento de las personas. Tampoco es relevante su estatura, ni siquiera si es gordo o flaco. Lo que determina el valor de una persona, según las Escrituras, es su diseño creacional, y su grandeza está en ser hijo de Dios por la fe en Jesucristo.