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¿Les faltaba el Bautismo del Espíritu Santo?

¿Faltaba que recibieran el Espíritu Santo los creyentes de Hechos 8:14-25?

“Los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Hechos 8:15-16

Jesús había prometido, en Juan 7:35, el Espíritu Santo para quienes creyeran luego del Bautismo del Espíritu Santo, que ocurrió en Hechos 2. Desde entonces, el Bautismo no se repetirá otra vez, porque sucedió una sola vez en la iglesia. Esto plantea la duda de la necesidad de imponer manos a estos nuevos creyentes evangelizados por Felipe. Se podría pensar que era necesario que estos fueran “bautizados” con el Espíritu Santo; no obstante, el mensaje bíblico explica la razón de que esto sucediera así:

  1. Primero, este Felipe no es el apóstol, sino el diácono elegido en el capítulo 6:5, porque dice en 8:1 que los apóstoles no fueron expulsados de Jerusalén, sino que permanecieron allí. Este hermano diácono, predicador del Evangelio, evangeliza en Samaria.
  2. Lo segundo, en relación al primer punto, es que Samaria no era considerada digna del mensaje de Dios, porque “judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Juan 4:9). Este rechazo de judíos hacia samaritanos hubiera divido las iglesias en dos bandos desde el principio, y el compañerismo se habría perdido. Ellos creyeron, pero no recibieron el don del Espíritu Santo.
  3. Lo tercero, es que no pudieron recibir el don del Espíritu porque hubiera sido muy aislado de la iglesia de Jerusalén. Toda iglesia necesita otra iglesia enviadora; y sin la confirmación de la iglesia de Jerusalén, habrían nacido dos iglesias distintas. Por ello, el Señor no dio el Espíritu. Para confirmar que estos creyentes pertenecían a la Familia de Dios y podían formar una iglesia, era necesaria la presencia apostólica (Hch. 8:14-16), porque Felipe no tenía esa autoridad (cf. Ef. 2:20).
  4. Lo cuarto, es que esta recepción del Espíritu es “mediante la imposición de manos de los Apóstoles” (Hch. 8:18). No era un “bautismo del Espíritu”, porque el Bautismo del Espíritu lo da Jesús, pero era una confirmación pública de que el bautismo en agua y la fe de estos nuevos creyentes era realmente válida, y por tanto, eran parte de la promesa de tener el don del Espíritu Santo (Hch. 8:14-17).
  5. Lo quinto, es que envían a Pedro y a Juan (Hch. 8:14). La razón de enviar a Pedro, es porque él era el pastor de la iglesia de Jerusalén, puesto por Jesús (Juan 21:15-19), y Juan era el más cercano a Jesús, el discípulo amado. Estos dos no solamente confirmarían que era auténtica la salvación de estos samaritanos, sino que establecerían el vínculo con la primera iglesia no judía, y así asegurarían la continuidad de las iglesias de Jesucristo.

Este pasaje, junto con el de Hechos 19, es una clara evidencia de confirmación de las primeras iglesias no judías, porque la primera iglesia fundada por Jesucristo en Jerusalén, era totalmente judía, no habían gentiles en ella. Jesús vino primero “a las ovejas perdidas de la casa de Israel”, y fue entre esas ovejas que fundó su iglesia con los Apóstoles (Mateo 10). Es la iglesia de Jerusalén la que es la que recibe el bautismo en agua de Juan, la que recibe la Cena del Señor, la que recibe la Gran Comisión. Si Samaria o Éfeso fueran fundadas sin el vínculo adecuado de sucesión, estarían exentas del bautismo en agua, de la Cena del Señor y de la Gran Comisión, pero al ser vinculadas correctamente con la iglesia de Jerusalén mediante la intervención apostólica, se establece la clara continuidad de las iglesias, una continuidad que permanece hasta ahora.

Ya en el siglo III recibieron el nombre de “baptistas”, por su insistencia en un bautismo por inmersión como evidencia de que son continuidad de la primera iglesia fundada por Jesucristo.

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