< Todos los temas
Imprimir

Corrección de hijo

¿Enseña la Biblia cómo disciplinar a un niño?

Es muy popular ente el ambiente cristiano el sentido de que a los niños se les debe “castigar” para corregirlos. Y también se dice que la Escritura apoya el castigo físico, especialmente en el libro de Proverbios. No obstante a la popularidad, la enseñanza de las Escrituras es diferente a lo popularmente conocido y aceptado, como quisiera mencionarlo en este estudio. Lejos de pretender cambiar ideas o conceptos, solamente me remito al uso y significado de las mismas Escrituras.

A)El Problema del Texto de Proverbios

He conocido personas que, cuando se refiere a la crianza de niños, prefieren el siguiente pasaje bíblico: “No rehúses la corrección del muchacho: Porque si lo hirieres con vara, no morirá. Tú lo herirás con vara, Y librarás su alma del infierno” (Proverbios 23:14), Este verso la RV60 lo procura hacer más aceptable. El problema de este texto, es que es un libro poético, de consejos sabios para evitar un daño. ¿Por qué se da este consejo en Proverbios? En primer lugar, el mandamiento es “herir” o “castigar” al muchacho, no al hijo, porque en la Ley de Moisés habían esclavos, y éstos, al ser desobedientes, podían ser golpeados e incluso muertos en mano de sus amos (Éxodo 21:20-21). La Ley autorizaba el desquite, pero como ley civil, no como un acto entre individuos. Esta ley fue dada para regular el procedimiento del magistrado público al fijar el juicio de la condena en todo caso de daño, pero no alentaba los sentimientos de venganza personal. Sin embargo, los judíos posteriores, la tomaron como un precepto moral y personal, y en ello fueron corregidos por nuestro Señor Jesús en Mateo 5:38-42.

Proverbios aconseja que ese muchacho esclavo sea corregido con vara, menos doloroso y agresivo que los golpes con palos o muerte con piedras que comenzaron a darse en una mala interpretación de la Ley, y en una aplicación personal. Proverbios menciona que cuando el muchacho desobedecía una orden, debía ser “castigado” con vara, y de esta forma “los librarían del infierno” del juicio por muerte. Debemos, junto a esto, entender que la palabra “infierno”, que en hebreo es “Seol”, se refiere al lugar de los muertos, donde sus almas esperan un juicio. En el lenguaje poético, el proverbista anhela evitar la muerte de jovencitos castigados por sus amos con fiereza, bajo la vara de un hombre airado y descontrolado, que les produciría la muerte. El Proverbio no habla de hijos propios, sino de “muchachos” adquiridos como propiedad.

El texto de Proverbios 3:12-13 habla de castigo de parte de Dios y del padre amoroso. La palabra hebrea traducida “castigo” es “מוּסָר [musár]”, y literalmente significa “instrucción, castigo o advertencia”. Todos los eruditos del hebreo están de acuerdo que uno de los propósitos principales de la literatura sapiencial era enseñar sabiduría y mûsar (disciplina, Proverbios 1:2). Así, Mûsar es disciplina y algo más. Como «disciplina», enseña a vivir correctamente en el temor del Señor, para que el sabio aprenda la lección antes de que lo tienten y pongan a prueba: «Cuando lo vi, reflexioné sobre ello; miré, y recibí instrucción» (Proverbios 24:32 LBA). Se trata de una disciplina para toda la vida; de ahí la importancia de prestar atención a mûsar. Ahora bien, el Antiguo Testamento se vale de muchos verbos para subrayar la necesidad de una respuesta adecuada: «oír, obedecer, amar, recibir, obtener, captar, defender, guardar». Asimismo, el rechazo de la instrucción queda evidente mediante diversos términos relacionados con mûsar: «rechazar, odiar, obviar, no amar, detestar, abandonar». Cuando mûsar se imparte como «instrucción», pero no se observa, el mûsar ignorado produce el «castigo» o afirma el principio de la «disciplina»: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la hará alejar de él” (Proverbios 22:15).

Estos proverbios lo que enseñan es que el “castigo” de Jehová es la respuesta obvia a la desobediencia a Sus consejos e instrucciones; hoy le llamaríamos “consecuencias”. La Escritura afirma que Jehová no quiere castigar ni se complace en el castigo: “Porque el Señor no desechará para siempre; antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias. Porque no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres” (Lamentaciones 3:31-33). La evidencia clara de que el “castigo” es la consecuencia de la desobediencia, no un acto violento y premeditado de un dios airoso. Como Juez Dios debe poner en marcha la justicia contra la maldad, y condenar a quienes hacen el mal; ¿no es esto lo que hacen nuestros jueces con los malos y asesinos? Por eso la llamada del Evangelio, porque el tiempo es corto, y morir sin el perdón de pecados da como consecuencia natural e inmediata la pérdida eterna del alma.

B)Entonces, ¿qué dice Dios sobre la educación de los hijos?

Cuando buscamos los proverbios dirigidos a hijos, estos van encaminados en medio de disciplinas y consejos instructivos, con ejemplos y casos de malas y buenas decisiones. Así, el hijo puede aprender y corregirse de su proceder mediante el ejemplo y la instrucción de los padres. Esto es porque la Ley de Dios nos instruye en esto. El texto más importante para la educación de los niños está en Deuteronomio 6:1-12, porque no solamente indica la primera enseñanza a los niños, sino la dedicación de los padres a ellos. En nuestra sociedad los padres ausentes se dedican a golpear leve o gravemente a sus hijos para que les “obedezcan”, pero la “desobediencia” es causa del abandono, la falta de tiempo en la instrucción y la falta de compromiso en su formación. Es desagradable escuchar a creyentes defender el castigo físico sin instrucción ni dedicación.

En el texto de Deuteronomio, encontramos los siguientes principios básicos en la formación y educación de los hijos. Tenemos dos principios hacia los padres y los adultos:

El reconocimiento y enseñanza de un Dios real y auténtico: “Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová es Uno”. Un hogar sin una clara definición de la persona de Dios, está destinado al caos.

El reconocimiento sincero, de parte de los adultos, del compromiso personal con Dios y para Dios: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todo tu poder”. Es inverosímil un hogar “cristiano” que no tiene claro su lealtad al Dios que sirve.

Luego, tenemos 6 principios básicos y esenciales en relación a la familia y a los hijos:

  1. La disciplina, la corrección, el bien, empieza por los padres: “Y estas palabras que te mando hoy, estarán sobre tu corazón”. No es lógico, ni sabio, ni de entendidos, educar sin el ejemplo. Toda disciplina comienza por el disciplinador. Todo lo que Dios manda Él lo hace, y quedó demostrado en la vida de Jesucristo. El padre solamente podrá “castigar” a su hijo cuando él mismo no tenga defecto alguno; y no obstante esto, Dios que no peca, no castiga como castiga el hombre, sino que Su justicia se demuestra en las consecuencias: “A los cielos y la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu simiente; que ames a Jehová tu Dios, que oigas su voz, y te acerques a Él; porque Él es tu vida, y la longitud de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres Abraham, Isaac, y Jacob, que les había de dar” (Deuteronomio 30:19-20).
  2. Luego que el padre ha asimilado las palabras de Dios y se ha disciplinado a sí mismo, entonces, las “repetirá a su hijo” en cada faena de la vida. No solamente Dios llama al padre a enseñarle la Biblia, le instruye a dedicarle el tiempo a su hijo, a aprovechar cada momento, a ser parte del desarrollo y crecimiento de su hijo. La casa debe “oír” al padre hablar de Dios; esto es disciplina. ¿Cómo una nalgada a un niño que no sabe distinguir entre el bien y el mal le corregirá? El golpe no corrige, solamente aflige.
  3. El verso 7 indica una relación estrecha con los hijos todo el tiempo, no una sola parte. Nuestra sociedad justifica el progreso con largas horas donde los padres no ven a los hijos, y cuando los ven, irritados por el día laboral, los aíslan o los “castigan”, los mandan con los abuelos, los dejan ahogarse en la electrónica y los juegos; pierden a sus niños sin darse cuenta. El criar niños es una responsabilidad de 24 horas.
  4. El verso 8 habla de señales en las manos y sobre la frente. Esto refiere a recordar, memorizar y practicar lo aprendido. La disciplina no es solamente para el niño, es para el padre también. Una madre ausente o un padre lejano, no produce el efecto que un padre cercano puede dar.
  5. El verso 10 se habla de que la disciplina de Dios debe estar en casa. ¿Sabe por qué los padres cristianos no tienen a sus hijos en las iglesias o éstos no son salvos? Solo escuche que canta, que oye y que ve el padre de familia. Quizá haya mucha corrección física y gran temor hacia los padres, pero no existe disciplina formativa ni educativa en ningún miembro de la familia.
  6. Por último, los versos 11 y 12 habla de que el progreso familiar podría causar el olvido de Dios. ¡Y esto en una familia que educa con dedicación, esmero y entrega la Palabra de Dios! ¿Puede imaginar que puede ocurrir en las familias que prosperan sin la disciplina de la Escritura? ¡Con razón las iglesias enclenques que tenemos!

El Apóstol Pablo, resumiendo todo este capítulo de Deuteronomio, dice en Efesios 6:4: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Provocar a ira a los hijos se ve cuando los padres no son ejemplo, y hacen todo lo contrario a las instrucciones que dan a los hijos. Según Pablo, se educan “en la disciplina y amonestación del Señor”, guiados por la Palabra de Dios, sujetos a los principios de la Biblia. Los creyentes no preguntan a los pastores, y los pastores no estudian, se dedican a visitar y chismear, y no se esfuerzan por enseñar doctrina y palabra sana. La visitación es buena, pero para la instrucción, o para orar por los enfermos; pero no es un “ministerio”, es un servicio de ayuda y apoyo a los creyentes, para instruírles y ayudarles a ser disciplinados.

¿Desea educar niños sanos y que aman a Dios? Comience por usted mismo; luego, comience comprendiendo y entendiendo las faces de crecimiento que Dios ha dado. A grandes rasgos la Escritura da cuatro etapas permanentes en todo el crecimiento de una persona desde niño en Lucas 2:40: Crecimiento físico, crecimiento emocional (se fortalecía), crecimiento intelectual (sabiduría) y conversión o nuevo nacimiento (la gracia de Dios era sobre él). Cuando se educa cuidando todos estos factores, y enfocados todos en Dios, el niño no solo será apto para la sociedad, sino que será decidido en sí mismo, independiente y convencido de quien es Dios. El ateísmo solamente es la reacción a un niño que no ha crecido adecuadamente en la sabiduría de Dios. ¿Educarás bien a tu hijo?

Tabla de contenidos