¿Debemos Modernizar la Biblia?
4.¿Debemos modernizar la Biblia?
“Sécase la hierba, marchítase la flor; pero la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. Isaías 40:8
En cuanto a cambiar o modernizar la Biblia, tenemos otro problema real. Si ella contiene, como algunos dicen, conceptos y principios morales, y ella misma afirma que su contenido es verdad, y estos principios han logrado, de una u otra manera, establecer el mundo moralista y libre de opiniones que tenemos hoy, entonces al cambiarla estaríamos cambiando un principio de verdad. Le doy un ejemplo: hace dos mil años se enseñaba en las escuelas griegas que 10+10 daba como resultado 20. No hace mucho, pude escuchar a una persona suponer que 1+1 no daba 2, sino 1,9999 al infinito. Ya que esta persona supuso que esto debería ser la realidad, y no que 1+1 era dos, ¿significa que toda la historia, todo el contenido social y toda la información matemática de siglos estaba equivocada? ¿Deberíamos por ello cambiar el principios matemático porque debemos adaptarlo a nuestra sociedad para que la sociedad la acepte? Curiosamente, sin importar el sistema que empleemos, ya sea decimal, hexadecimal o binario, el resultado de 2+2 será dos, porque es un principio de verdad. Si decimos que 5·0 es igual a 0, ¿está equivocado el procedimiento y deberíamos decir 5×0 es igual a 5?
A diferencia de cualquier otro libro, el requisito de acercarse a la Biblia es creer que Dios existe (Hebreos 11:6), sin este requisito, la Biblia se torna en un escrito cerrado e incomprensible. Si me acerco a las matemáticas creyendo que la aritmética y la trigonometría son pura basura intelectual que no me servirá, no podré entender las matemáticas, y me enfrascaré en un complicado laberinto de formulas sin sentido ni objetivo. Del mismo modo, si pretendo aprender un idioma, pero considero que el lenguaje es torpe, tonto, obsoleto y mal sonante, jamás aprenderé el idioma. Necesito creer que el idioma es válido, es real y es digno de aprenderse. Todo lo que hacemos y todo lo que entendemos lo hacemos por la fe. Aprendemos que el rojo es rojo no porque tuvimos un análisis científico para saberlo, sino porque le creímos a nuestros padres o tutores que ese color era rojo. Le llamamos a los animales por nombres que nos enseñaron y jamás hemos cuestionado esos nombres. Hemos aceptado que la escuela, el colegio y la universidad son útiles y necesarios para la vida, porque tres factores nos lo indicaron: 1) Nos enseñaron que eran los únicos medios de alcanzar y lograr algo; 2) Lo compartimos con una sociedad que sigue esa enseñanza sin discutir, y existen ministerios nacionales de educación; 3) porque ha dado resultados positivos en todos aquellos que estudiaron y se esforzaron en seguir el patrón enseñado. Esos tres puntos reflejan la fe en el sistema educacional. Pero no todos aceptan la importancia de las matemáticas, ni la importancia de saber un segundo idioma ni la necesidad de estudiar hasta alcanzar el objetivo. Eso pasa porque no creen en el sistema, no creen en el idioma o no creen en la matemática. Esa falta de fe es producto de la ignorancia, de la falta de esfuerzo y de la voluntad en investigar y averiguar por sí mismos si lo que se dijo era válido y funcional, y si realmente valía la pena para esforzarse. De la misma manera, la Biblia no puede resultar válida ni valiosa si la abordamos con prejuicios, con ideas preconcebidas de ella y razonamientos teóricos.
Ahora bien, el asunto de quitar fariseos y quitar reyes. El término no anula la verdad de la vida. Solamente es un término que describe una realidad histórica que se repite incansablemente en la vida humana. En relación a los fariseos, ¿no hay ahora predicadores, pastores, maestros, o lo que sea, que tienen una vida religiosa que solo perjudica a la vida de las personas? ¿No es verdad que siempre dicen que no hacer y cuanto dar, pero nunca le dicen a la persona que puede ser libre al conocer la verdad? ¡Cuántos no hacen riquezas con las mentes incautas y hambrientas de conocimiento! Eso eran los fariseos. El catolicismo, el protestantismo y cualquier movimiento que pretenda tener la verdad, solamente ofrece mandamientos, normas y ordenanzas supuestamente basadas a la Biblia, pero que en realidad, son solo apoyadas con textos fuera de contexto. Y en relación a los reyes, ¿cómo clasifican a los Presidentes de las naciones democráticas? Como los hombres más poderosos del mundo. ¿Y qué era un rey? Era un personaje que dictaba leyes y heredaba su poder político a los hijos. Un rey actual lo vemos en Corea del Norte, o en las naciones cuyos gobernantes son dictadores. El término cambió, pero no el concepto, no la realidad. En la Biblia se mencionan naciones con “reyes” y no con un rey, ya que eran naciones gobernadas por varios reyes, uno en cada provincia. Hoy les llaman Alcaldes, comisionados, ministros o diputados, y tienen un poder grande. ¿Y cómo calificamos a los jueces que pueden cambiar leyes, abrogar constituciones u obligar a gobiernos enteros a cumplir con sus decisiones? Los humanos seguiremos siendo libres dentro de un marco de leyes y normas que nos mantienen en orden, pero dentro de las cuales existen poderosos y grandes. Por algo a nuestros presidentes les llamamos “Gobernantes”, aunque sean cambiados y elegidos por las mayorías, mientras ejerzan su “gobierno” son Jefes de Estado, son reyes o reyezuelos con un feudo económico modernizado.
El pensamiento tampoco se moderniza. El engaño humano es que las ideas de ahora son modernas. Son actuales porque se viven ahora, pero siguen siendo las mismas. En la antigüedad se esforzaron por los “derechos individuales” y por la “libertad de géneros”. Tanto Roma, como Babilonia antigua, como la Grecia antigua y otras grandes civilizaciones de antaño, lucharon por sus derechos, que regularmente eran igual a los nuestros. Hubieron pueblos democráticos, sin reyes, como muchos pueblos de habla griega. El Gran Impero Romano tuvo colonias de pueblos que tenía libertad y podían hacer sus costumbres. El templo de Diana de los Efesios, o Artemisa, era un culto al cuerpo, al libertinaje, no era una religión propiamente dicha. Adoraban a todos los dioses conocidos “para no ofender”, y a esta actividad se le llamó “ecumene” o “oikoumené”, para referirse a la unidad de todas las confesiones. El término lo seguimos empleando cuando le decimos “ecuménico” a alguien que cree que todas las confesiones son iguales. El pensamiento perdido seguirá siempre en este mundo hasta que Dios establezca su Estado Eterno.
Y por último, no podemos quitar la condena al mal, el castigo futuro. ¿Haremos bien quitando las cárceles y eliminando las leyes que mantienen en orden el mundo? ¿Será posible que el homicida, el ladrón, el difamador queden sin castigo? Si nos hacen daño, o dañan a nuestra familia, ¿será justo que no haya una consecuencia por sus malos actos? Las leyes son formuladas para eliminar o limitar a un mínimo las acciones malas. Si con las advertencias el mundo sigue cada vez peor, ¿cómo sería sin consecuencias a la maldad? Además, la oferta de salvación es la puerta de escape a las malas consecuencia. El que deja de fumar podría librarse de un cáncer; el que hace ejercicio podría evitar un ataque al corazón; el que cree en Jesús es libre de todo el justo castigo por la maldad. La Biblia no está condenado a todos, sino a los que no quieren reformar su vida, creyendo en Jesús y ajustándose a sus leyes. Si vivimos en un país libre, las leyes no son para hacernos daño, sino para evitar que los malvados nos dañen. Las advertencias bíblicas son para que seamos librados, como dice Hechos 26:16-18.