La parábola de los dos hijos
¿Cuál es el significado de la Parábola de los dos hijos, de Lucas 15:11-32?
Como introducción, es importante que tengamos claro que el nombre “hijo pródigo” no aparece en el texto, y que tampoco tiene como objetivo enfatizar al hijo perdido. Esto lo sabemos al considerar cinco principios básicos:
- Lo primero a tener en consideración, es que el hijo que se fue, no es el eje de la narrativa, sino que el eje central de la historia es, precisamente, el padre. Todo el énfasis recae sobre el padre, no sobre los hijos.
- Lo segundo, es que la parábola de los dos hijos está entre muchas parábolas relacionadas con el “discipulado”, con la forma adecuada de ser un discípulo.
- Lo tercero, la parábola sucede precisamente con la parábola de la moneda perdida. La parábola de la moneda perdida corresponde a Israel, como un pueblo que se perdió, aunque una vez estuvo en el lugar correcto.
- La parábola no contempla a los fariseos, sino que mira el “desprendimiento” del hijo del vínculo con el padre. Al hijo que se fue se le llama “perdido” y “muerto” (v. 32). Esto revela varios puntos: es “hijo” por nacimiento, pero no por conversión.
- El hijo que se va, es el “hijo menor” (v. 12). Debido a su mala administración lo perdió absolutamente todo de mala manera (v. 13). Esto nos recuerda la genealogía de Génesis 10, donde los hijos de Noé son mencionados “del menor al mayor”, enfatizando en los hijos de Heber, los hebreos.
Teniendo en cuenta que los Gentiles son “menores” a los judíos por orden de familias de Noé, es interesante que la parábola esté vinculada con la de la moneda perdida. La parábola de la dracma perdida se interpreta como “la salvación de un pecador” (v. 10). Es decir, las parábola tienen un énfasis sobre los “perdidos”, y es obvio que la parábola de los hijos también tienen ese sentido. Pero el énfasis se nota cuando el “hijo mayor” se enoja porque se acepta al hijo menor. La salvación es “individual”, pero en la nación de Israel vivieron con todas las bendiciones, pero esclavizados a la ley. Los judíos eran hijos, pero no disfrutaban de una buena relación con su padre por la actitud pesimista.
Ahora, otro punto importante, es que se dice que el “hijo menor” llegó a “apacentar puercos”, y a tener hambre, al punto de desear comer del fruto del algarrobo, un fruto seco e insípido, pero que no le daban (v. 14-16). Los puercos están intrínsecamente relacionados con los gentiles en todo el contexto gentil; y por eso se usaba de aquellas personas que desprecian a Dios y su Palabra cuando necesitaban de ellas (Mat. 7:6).
Judíos y gentiles son criaturas de Dios, pero ambos están necesitados de una relación adecuada con el Padre Celestial. La diferencia, es que en esta parábola, la salvación no es colectiva, sino individual. Siguiendo el contexto, cada parábola se aplica “a un pecador que se arrepiente” (v. 7, 10), lo que en este caso tampoco debería ser diferente. Los fariseos condenaban a Jesús por relacionarse con los “publicados y pecadores” (v. 1), por lo que Jesús usó de esta parábola para indicarles que la salvación es individual, y nada tiene que ver con la colectividad. La salvación es, pasar de estar perdido a estar hallado, de estar muerto a estar vivo.
Cuando el hermano mayor se enoja porque no le habían dado un “cabrito” para gozarse con sus amigos, a pesar de su fidelidad a los mandamientos (v. 29), deja en claro su envidia y enojo por el cariño del padre al hijo perdido (v. 30). La respuesta del padre es muy interesante. Primero “le ruega que entre”, una frase que nos recuerda Lucas 13:34, de Jesús exclamando del ruego que ha tenido por Israel para que fuera salvo. Pero Israel no quiso aceptar esa salvación, una acción similar a la del hijo mayor, lleno de excusas, rencor y envidia por lo que el padre daba al hijo menor. Observe que el hijo mayor no lo ve como hermano, lo llama “este tu hijo” (v. 30), una forma de desprecio al hermano, no llamándole “mi hermano”. Y esta actitud es incorrecta en este hijo mayor, porque él recibió la herencia junto con el menor, pero siguió viviendo en el beneficio de la hacienda de su padre (v. 12, “les repartió”).
El hijo menor desperdició todo, pero el mayor guardó su herencia y siguió viviendo a merced del padre, lo que nos refleja que sin importar la condición, todos los salvos somos salvos por la gracia, y no por los méritos o bienes que reciban del Señor.
Ahora, bien, por este hijo menor se mató al “becerro grueso”, que nos recuerda el becerro del sacrificio para consagrar a los sacerdotes (Éx. 29). Al hijo menor se le da un anillo, el mejor vestido y zapatos… un recuerdo de José, el hijo de Isaac. Esto convocaba en la mente de los fariseos que Dios tenía un hijo predilecto que estaba recibiendo por “redención” y “resurrección”.
La última intervención del padre es maravillosa. Los fariseos no comprendían que la salvación estaba extendida a pecadores, incluyendo a los gentiles que no eran queridos por ellos. El verso 32 es una increíble exclamación del Evangelio, que nos recuerda Mateo 28:19-20: “Por tanto, id, y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. No hay mensaje solo para Israel, ahora el mensaje está dirigido a los gentiles.
¿Ha notado que la parábola no dice que hizo el hijo mayor? ¿Habrá entrado o se habrá quedado afuera refunfuñando aún sin perdonar? Jesús no da la respuesta, porque los fariseos la entendieron; ellos estaban fuera de casa, de la fiesta, y como el hijo menor, deben “volver a vivir” para que tengan fiesta. El llamado del padre es que el hijo mayor tenía todo, era dueño de todo (v. 31), pero nunca pudo disfrutar de eso porque necesitaba en ese momento, en el que volvieran sus hermanos gentiles, nacer de nuevo también. Ya no había otra manera, ya no se salvaban siendo hijos obedientes; necesitaban dejar eso de lado y nacer de nuevo como el hijo menor (cf. Juan 3:1-15).
Aunque la parábola se puede aplicar (y debe hacerse) directamente al pecador sin Dios, deja entre ver que Jesús tenía el propósito de explicar cómo los gentiles serían salvos, y como Israel quedaba en un “tiempo fuera” hasta que se conviertan de sus malos caminos