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¿Debe la mujer cubrirse la cabeza?

¿Debe la mujer cubrirse la cabeza en el culto?

Algunas congregaciones evangélicas acostumbran que sus mujeres se cubran la cabeza. No obstante, en el contexto de Corintio, es necesario contemplar algunos puntos importantes para no caer en una mala interpretación. El contexto histórico nos podría ayudar al respecto.

Según el verso 16 hay una normativa que tienen las iglesias de Dios, y es no descuidar el tema central de este capítulo. Y no es, precisamente, el velo en sí mismo, sino lo que significa el uso de él. ¿Cómo podemos saber que quería decir Pablo con lo del velo? Sencillamente al observar el contexto:

Dios es la Cabeza de Cristo; Cristo es la Cabeza de todo varón, y el varón es cabeza de la mujer (1ª Cor. 11:3). Este es un tema de autoridad, no de “apariencia”.

Si el hombre se cubre la cabeza, “afrenta su cabeza” (1ª Cor. 11:4) . El término “afrentar” significa “abochornar”, sentir vergüenza, específicamente por un mal proceder. Pablo aquí no habla de los judíos, sino de la costumbre griega en Corinto. Es bien sabido que los judíos oraban con las cabezas cubiertas. Pero en este caso, es una “afrenta” cubrirse la cabeza, porque los sacerdotes paganos cubrían sus cabezas para distinguirse de los presentes, que no lo hacían. Recordemos que Corinto era una comunidad griega, y el velo no era parte de su “costumbre”.

Asimismo, Pablo afirma que una mujer que ora sin cubrirse la cabeza, “afrenta su cabeza”, porque las hieródulas, sacerdotisas de Diana, oficiaban sus inmoralidades con la cabeza descubierta, porque ellas irrespetaban y dominaban a los hombres. Pablo dice que si no quiere cubrirse, que “se rape” o se “trasquile”. En la ley romana se establecía que cuando una mujer era infiel a su esposo, cometiendo adulterio, era rapada en público para vergüenza social. Por eso, en las reuniones públicas, en las asambleas corintias, las mujeres se cubrían la cabeza, enfatizando su castidad y honestidad ante la sociedad.

Obsérvese que la importancia del velo recae en dos principios teológicos: la “señal de autoridad”, y “los ángeles” (1ª Cor. 11:10). Todo el principio del velo es un asunto de autoridad, no de forma. Sería muy contradictorio si se refiere a la forma, porque aquí prohíbe a los varones cubrirse la cabeza, cuando Pablo mismo lo hacía en la sinagoga (), una costumbre que pretendía recordar al sacerdocio aarónico (Lev. 8:1-25). Es obvio que aquí Pablo habla de la costumbre en Corinto, una costumbre local. En relación a la “causa de los ángeles”, no hay mucha explicación en el pasaje, pero se puede notar que es una “vergüenza” para la mujer no tener señal de autoridad, porque los ángeles son mayores en autoridad y sujetos a Dios.

Pablo sí es claro en decir que en el cristianismo, aunque el velo no es necesario, sí es necesaria una distinción entre el varón y la mujer, y la mujer debe mostrar su autoridad “según la naturaleza” (v. 14). El término “naturaleza” es una palabra griega que significa “disposición lineal”, en referencia a lo que hoy llamamos “cultura”, la costumbre heredada y sostenida en una sociedad. La sociedad cristiana establece que debe haber una diferencia entre un varón y una mujer, y que esa diferencia no solamente debe ser en la autoridad, sino de algún modo, visible de forma externa. Por eso él menciona el cabello, porque en Corinto el pelo corto era signo de un varón (un caso no dado en Israel), mientras que el cabello largo era signo de una dama. Por eso Pablo afirma que en lugar del velo, le es dado el cabello (v. 15). El cabello largo en la mujer era considerado como su gloria, y los autores antiguos mencionan la atención que se prestaba al cabello de la mujer como su preciada gloria.

Pablo termina diciendo que en las iglesias de Dios, el concepto de la autoridad es esencial, y la mujer debe mostrar sujeción a la autoridad dada al varón. No nos referimos a la supresión, humillación, limitación y maltrato a la mujer; todo eso es pecado. Se habla del tema de la autoridad, y ésta debe ser respetada.

Con esto, parece que en Corinto, cuando celebraban la Cena del Señor, había algunos que querían traer al memorial cristiano alguna costumbre o forma externa del paganismo, por lo que Pablo le dice que afrenta la cabeza.

Debe recordarse que un problema en particular era que la reunión cristiana, la eklesia, tenía su contrapartida secular en el organismo que gobernaba la ciudad. Esa reunión se realizaba normalmente en un teatro. ¿Qué sucedería cuando una reunión cristiana, eklesia, se realizaba en una casa particular, donde la autoridad era una mujer, y en la que ella no se cubría la cabeza? Aunque este es un punto de controversia entre los comentadores, el tema parece no ser respecto de hombres y mujeres en sí, sino respecto de esposo y esposa; esta es una traducción legítima de ambos términos. También ayuda a entender la declaración sobre quién es cabeza (cf. Ef. 5:22–33, donde se utilizan las mismas palabras). Debe destacarse, además, que no sólo los hombres oraban y profetizaban en la iglesia apostólica; las mujeres tenían una función legítima en la adoración. Si se desea más información sobre la profecía en la iglesia, ver el comentario sobre 14:1–25. (Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones) 2000, c1999.)

Un dato interesante, es que todo este tema se desarrolla en el contexto inmediato de la Cena del Señor, y Pablo quiere dejar en claro la forma en que se debe celebrar un culto cristiano, porque no solo afirma la autoridad del varón, sino que apela al orden del culto en los capítulos 12-14. Todo gira en torno al concepto de la maravillosa gracia divina, que ha establecido un orden de autoridad.

Aunque el tema no es parte de la pregunta, es recomendable entender que en la iglesia existe un orden divino establecido de forma clara, donde la autoridad recae sobre el varón. No es correcto que las mujeres prediquen, ni tampoco que enseñen, cuando en realidad la autoridad delegada de Dios es sobre los varones (1ª Cor. 14:34-35), Pablo le llama a eso “deshonroso”, otra forma de “afrenta”. No es correcto ejercer una función que no ha sido delegada o establecida.

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