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Dios y las pandemias
Si existe un Dios amoroso, ¿por qué surgen las pandemias?
Esta pregunta es una que ha causado mucho desconcierto en las mentes no cristianas. Un creyente debería tener la respuesta, pero ante la ignorancia de las Escrituras por falta de un estudio formal de ellas, la pregunta incluso sigue siendo válida en el pensamiento cristiano. Su validez es en razón del desconocimiento que existe en cuanto a la naturaleza y esencia divina. Por eso, para responder a esta pregunta, veamos los siguientes aspectos básicos:
- Las enfermedades, pandemias o catástrofes humanas se originan porque hay pecado. La primera premisa que notamos es que Dios no causa las enfermedades, como algunos dicen; la enfermedad es causada por la caída, y es una consecuencia normal de la desobediencia original. En Génesis 2 Dios le advierte a Adán que “ciertamente morirás” si desobedecía. La pandemia, cualquiera sea, está en la misma categoría de las enfermedades normales desde la perspectiva teológica, porque todo es producto del pecado que cometió Adán.
- Dios no causó el pecado, el pecado es producto de la desobediencia del hombre. Preguntar por qué un Dios de amor permite la pandemia, es lo mismo que preguntar por qué un padre amoroso permite que su hijo siga en drogas, viva en unión libre o sea alcohólico. Sabemos que las malas decisiones, sean impulsadas o no, traen consecuencia de dolor y aflicción, y muchos padres amorosos no querrían eso de sus hijos, pero la rebeldía de estos los llevó a esa esclavitud que hace sufrir a sus padres. La historia del hijo pródigo (Lc. 15:11-32) nos demuestra las consecuencia de la desobediencia, a pesar del amor del Padre. Así, cuando un pecador se arrepiente, Dios le recibe feliz de nuevo. Los pecados no pueden ser tolerados ni pueden ser “olvidados”, porque se compartiría con ello las consecuencias del mismo. Un “fumador pasivo” es quien se enferma porque otro fuma, y en esencia, es porque debe tolerar o sigue tolerando el pecado de otro.
- La consecuencia es el producto natural de las acciones. Si nos portamos bien, recibimos lo bueno; si nos portamos mal, recibimos lo malo (Gn. 4:7). Dios advirtió a Adán de las consecuencias de desobedecer, y Adán desobedeció. Y cuando alguien indica que esa era culpa de Adán y no nuestra, pierde la perspectiva del alcance de las decisiones nuestras; porque los niños inocentes sufren ante un padre agresor, no porque el niño tenga algo malo, es simplemente que el mal del padre se extiende a los inocentes. Un abuso físico no hace que la persona abusada sea culpable, porque no lo es, la culpa toda recae sobre el abusador, pero no significa que las acciones del abusador no hayan perjudicado a la víctima. Cuando Dios advirtió a Adán de permanecer fiel, sabía que las consecuencias abarcarían a sus hijos y Él advertía esto. Aún ahora, sabemos de bebés que nacen con el síndrome del alcoholismo o de las drogas, porque las madres no cuidaron su embarazo; la desobediencia de la madre afectó al niño pequeño. Del mismo modo, el pecado de Adán nos alcanzó (Ro. 5:12).
- Lo que debemos preguntar no es por qué un Dios de amor permite el sufrimiento, sino por qué un Dios de amor tolera la maldad de los humanos rebeldes; pudiendo eliminar una raza tan conflictiva como la nuestra, nos ha amado, y en su amor, permitió que su Hijo muriera en la cruz y nos diera salvación. Si Dios hubiera decidido que ninguno de nosotros sufriéramos las consecuencias del pecado de Adán, debía haber eliminado a Adán y Eva, eliminando para siempre toda posibilidad de nuestra existencia. Pero nos amó, aún sin nacer, y permitió que el hombre caído siguiera viviendo para dar oportunidad a todos a creer en su Hijo, y ser salvados.